miércoles, 26 de marzo de 2008

Anexo de hipocresía respecto al concierto en la frontera

Esta gente nos hace recordar constantemente, la canción de la muchachita aquella española, Melody, De pata negra. ¿Se acuerdan? “Esta gente no es de pueblo, esta gente no es de pueblo”… Aunque más bien, si la escucharon, la que se aprendieron fue más bien la otra canción de la misma chica, la que recomienda actuar “como los gorilas”.
Otra de las razones para rechazar el concierto anteriormente comentado fue, por insólito que pueda parecernos, que las canciones de algunos de los artistas del día son vulgares, como por ejemplo, La camisa negra, debajo de la cual Juanes declaró tener el difunto “p’enterrártelo cuando tú quieras mamita”…
Sí. Es vulgar.
Pero también es música del pueblo, no lo olvidemos.
Y queda mal en algunos salir como las prostitutas gazmoñas a reclamar por esa vulgaridad. El gusto por el arte lo establece el espectador, el consumidor. Como dice, creo, una de Charly García o Fito Páez: “Esto es verdad, si no te gusta, te vas”.
Y queda mal, porque cuando nos trasladamos al ámbito de lo público, del que se gana el sueldo a partir de los ciudadanos, encontramos en Venezuela casos recientes y constantes, notorios, públicos, de alguien que, en cadena nacional de radio y televisión le advierte a su esposa, entre carcajadas coreadas, quizá por quienes ahora se ofenden por lo de la camisa, que “esta noche te voy a dar lo tuyo”.
Claro, el significado es ambiguo. Como pudiéramos tornar ambiguo el difunto debajo de la camisa. Pero si luego, o antes, como funcionario público, voy y le ofrezco a la cancillera de un país extranjero "hacerle el favor cuando ella quiera", porque a mí me parece que le falta una cosa u otra, la figura adquiere mayor nitidez, quizá.
¿Y qué decir de lo que le puedo ofrecer a la oposición política, una vez que he decidido, arbitrariamente, despreciarla como “oposicionismo”, metiendo en un mismo saco todas las liebres que no me siguen?
Si como funcionario público, electo por los ciudadanos, se me antoja advertirles que tal día vamos, yo y mis seguidores, a jugar "rojo" con la oposición, y que después de "rojo" vamos a jugar "piragua", ¿cómo debe entenderse esto?
De dobles sentidos está lleno el discurso. Lo que sí no tiene doble interpretación es esto: el artista gana dinero por un producto que ofrece libremente, y que el consumidor decide o no aceptar. El funcionario público gana dinero…
Lo dejaremos en suspenso, ya que una de las tareas de construir sociedad y patria consiste, precisamente, en definir el rol, las responsabilidades de nuestros funcionarios públicos. Yo sugeriría que, a diferencia de la camisa negra, la actuación pública resulte abierta y transparente, sin hipocresía alguna.
Esta selectividad, esta manera extraña de discriminar lo que es vulgar y lo que no lo es, a mí se me antoja, cuando menos, hipócrita.
¿Ustedes qué piensan?

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