martes, 1 de abril de 2008

Ciudadanismo

Entrampados como estamos, el devenir histórico de la sociedad venezolana en el porvenir más inmediato parece aterrorizante. Siendo un país cuyas ventajas y expectativas, a pesar de las amenazas sociales quizá obvias que lo determinaban hace diez años, eran mayores para el colectivo que cualquier caracterización negativa, hemos realizado un tránsito que nos aleja de mejores posibilidades.
El actual presidente de la república indudablemente pasará a la historia como un héroe extraño, semejante al delantero de fútbol que, sólo ante el arco, habiendo dejado regado a todos los defensas y al portero contrarios, con toda la multitud en el estadio gritando exultante de alegría “¡Venezuela!, ¡Venezuela!”, pues con el seguro gol de nuestro atacante clasificaremos por primera vez a un mundial de mayores, a tres metros del arco patea con tal furia el balón que éste, violentamente proyectado, golpea el travesaño horizontal y rebota con tanta fuerza que se devuelve al campo contrario, nuestro campo de defensa. Habiendo todos descuidado la marca, ansiosos de celebrar el gol imposible de fallar por nuestro delantero estrella, con nuestro portero adelantado, el balón rebota alto, baña a todos y se establece burlonamente en el fondo de la malla patria. Autogol. Eliminada Venezuela.
La visión política del país que en estos escritos se plantea intenta desprenderse del momento histórico presente, colocarse en una perspectiva que permita abarcar las posiciones actualmente en contradicción, una más definida que la otra, para tratar de delinear un planteamiento cuya posibilidad sólo se halla en nuestro horizonte temporal y espacial.
Para alcanzar ese estadio social, que a falta de mejor denominación prefiguro como ciudadanismo venezolano, debemos recorrer mucho camino, debemos detenernos ante muchas puertas que nos presentarán escenas desagradables, y debemos hacerlo todos. Hay muchos ascos que deberemos abandonar.
El paradigma inmediato del paño caliente nos ha llevado a cometer, una y otra vez, errores sociales graves, que determinaron el deterioro moral de la colectividad. Por tal razón me opongo a la creencia sostenida durante tanto tiempo por Uslar y otros pensadores con respecto a la necesaria preponderancia de una élite.
En Venezuela tal paradigma nunca funcionó con un sentido de honor aristocrátio, porque precisamente el universitarismo licenciado, ingenierizado y doctorado de la primera mitad del siglo XX, fue incapaz de dejarnos una mejor sociedad, pues no aprendió a valorar a los excluidos, y no creo que haya mejor prueba de la bondad de un proyecto organizacional que sus resultados en el mediano y largo plazo. Poco cambio ha surgido de las generaciones posteriores.

Título no hace gente. Si no me cree, piense qué puede significar que algunos de nuestros futuros profesionales, a los que escaso cuestionamiento les produce tal situación, salgan de las aulas de clases universitarias a emborracharse, hacer ruido y necesidades en un callejón sucio y maloliente, actual hogar nocturno de indigentes.
La anarquía actual, que será muy difícil de superar, sobre todo con las propuestas de exterminio y aniquilación recíproca que a diario se intentan, nos deja históricamente en la misma situación: es un proyecto que desprecia y no quiere al humilde, al excluido, y lo convierte en voto alimentado, en apoyo incondicional, utilizando para ello su ignorancia de lo social, convirtiéndolo en la primera fuerza de choque del desconocimiento al otro.
Y la oposición actuante políticamente parece sólo querer sustituir al actual funcionariado público para ejercer un dominio demagógico que no se diferenciará mayormente de lo actual, no tendrá intención ni capacidad de superar la grave exclusión en la que permanece la mayoría de la población venezolana, así muchos hayan comido, hayan conocido el aseo, la ropa nueva y los salones de “clase” últimamente.
De manera que tenemos el reto de generar proyectos sociales nuevos para Venezuela, que comiencen por el ser humano y permitan generar, desde nosotros mismos, una ciudadanía autóctona, consciente, educada, crítica, integral. Los recursos existen. Lo que no existe es voluntad política. Hacer otra cosa es defender instituciones podridas e ideas muertas.